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jueves, octubre 23, 2025

Zonas de sacrificio digital: la otra cara del “datacenter de IA” en la Patagonia. *

El viernes por la tarde, un correo de prensa llamó la atención: “OpenAI Argentina anuncia Stargate Argentina, un proyecto pionero de infraestructura de inteligencia artificial”.
La noticia, presentada como un hito tecnológico y una oportunidad para el país, despierta más preguntas que entusiasmo.

El anuncio

Según el comunicado oficial, OpenAI y Sur Energy firmaron una carta de intención para construir en Argentina un centro de datos (data center) de gran escala que podría alcanzar una capacidad de hasta 500 MW. Se trataría del primer proyecto “Stargate” de América Latina, con una inversión estimada de 25.000 millones de dólares a plena escala y una primera etapa prevista para 2026.

Sur Energy será la encargada de la infraestructura energética y promete un abastecimiento “seguro, eficiente y sostenible”. El datacenter se enmarcaría en el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), y OpenAI se comprometería a comprar capacidad de cómputo una vez operativo el proyecto.

Pero detrás de esta retórica de innovación y desarrollo, surge una pregunta inevitable:
¿es realmente una buena noticia para Argentina o una gran oportunidad para ellos?

El modelo Stargate

OpenAI enfrenta un cuello de botella global: su capacidad de cómputo no alcanza para sostener la demanda de sus modelos de lenguaje. Por eso impulsó Stargate, una red global de centros de datos de inteligencia artificial desarrollados junto a Oracle, SoftBank y otros socios. Entre 2024 y 2029, prevén inversiones por 3 billones de dólares en infraestructura energética y tecnológica.

Argentina aparece en el mapa por su clima frío y seco —que reduce costos de enfriamiento—, sus amplias extensiones de tierra barata y el marco de beneficios fiscales del RIGI. En los papeles, parece ideal. En la práctica, también recuerda a otros patrones históricos: territorios vistos como “vacíos” donde el desarrollo ajeno justifica cualquier intervención.

La Patagonia y las repeticiones de la historia

No es casual que el anuncio mencione a la Patagonia. Esa misma región fue escenario de la “Conquista del Desierto”, campaña que exterminó a pueblos originarios bajo el pretexto de civilizar un territorio supuestamente deshabitado. Décadas después, fue también el escenario de la “Patagonia Rebelde”, donde más de 1.500 trabajadores rurales fueron asesinados por reclamar condiciones dignas.

Hoy, se la vuelve a describir como un espacio sin voces, sin historia, sin habitantes: el lugar ideal para ubicar un mega centro de cómputo que demande energía, agua y tierra.
Esa narrativa —la del “vacío productivo”— repite un patrón colonial que invisibiliza a las comunidades locales y a los ecosistemas que sostienen la vida.

El extractivismo digital

En el mundo, los centros de datos se han convertido en símbolos del nuevo extractivismo: el extractivismo digital. No extraen petróleo ni litio, pero consumen cantidades inmensas de energía y agua para alimentar la infraestructura de la inteligencia artificial.

The Guardian lo describió como un fenómeno de “zonas de sacrificio digital”: regiones donde el desarrollo tecnológico global se construye a costa de impactos locales.
Los ejemplos sobran. En Uruguay, Google proyectó un datacenter que requería 7,6 millones de litros de agua potable por día, en plena sequía. En Brasil, ByteDance (TikTok) instaló uno en Ceará, región con emergencia hídrica en 16 de los últimos 21 años.

Neuquén, posible sede del proyecto Stargate, también enfrenta estrés hídrico creciente. Los embalses de los ríos Limay y Neuquén registran caudales hasta un 40% menores a los valores históricos. Aun así, se propone instalar un complejo que demandará enormes volúmenes de energía y agua, sin estudios ambientales públicos ni debate social previo.

El espejismo del progreso

El discurso que acompaña este tipo de anuncios suele prometer “beneficios económicos y sociales”, pero pocas veces detalla qué queda realmente en los territorios donde se instalan. Empleo temporario en la construcción, infraestructura cerrada y consumo intensivo de recursos: ese suele ser el saldo real.

Mientras tanto, las comunidades locales enfrentan el aumento del costo de vida, la presión sobre los servicios básicos y el deterioro ambiental.
El brillo del progreso tecnológico —esa promesa de estar “a la vanguardia de la IA”— puede encandilar lo suficiente como para no ver que el costo lo pagan otros.

Un debate necesario

OpenAI no difundió públicamente el video en el que su CEO, Sam Altman, presenta la iniciativa. En Argentina, el anuncio llega en medio de una campaña electoral y en un contexto de crisis económica, lo que vuelve más urgente una pregunta de fondo:
¿qué tipo de desarrollo estamos celebrando?

Antes de aplaudir inversiones que suenan a futuro, conviene mirar su historia, su escala y sus efectos.
La Patagonia no está vacía. Tiene memoria, comunidades y recursos finitos.
Convertirla en zona de sacrificio digital no es progreso: es repetir los errores de siempre, con un lenguaje más moderno.

*Fuente: Por Irina Sternik, lado b news/Redacción TE.

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