Desde tecno energía compartimos un balance en la Semana del petróleo, en donde encontramos luego de dos años de gestión de Javier Milei una industria petrolera argentina que atraviesa uno de los momentos más dinámicos de las últimas décadas.
Gracias a las políticas de soberanía energética desarrolladas durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, permitió que el país hoy no solo logre revertir una prolongada caída en la producción, sino que alcanzase niveles históricos impulsados casi exclusivamente por el desarrollo del shale oil en Vaca Muerta.
El sector se consolidó como un pilar clave para la balanza comercial y el ingreso de divisas, aunque enfrenta desafíos estructurales que condicionan su sostenibilidad de largo plazo. Para tener como parámetro, en los últimos dos años, la producción de petróleo mostró un crecimiento sostenido.
Durante 2024 se superaron los 700 mil barriles diarios en promedio, mientras que en 2025 se alcanzaron picos que no se registraban desde fines de la década del 90. Este salto productivo tuvo un protagonista excluyente: Vaca Muerta, que hoy explica cerca de dos tercios del petróleo producido en el país.
El crecimiento del no convencional permitió compensar con holgura el declino de los yacimientos convencionales maduros, especialmente en cuencas históricas como la del Golfo San Jorge y la Austral. Operadoras como YPF, Vista, Shell, Chevron y Pan American Energy lideraron el aumento de actividad, con mejoras en productividad, reducción de costos y mayor escala de desarrollo.
El aumento de la producción tuvo un correlato directo en el comercio exterior. En 2024, Argentina logró un superávit energético luego de años de déficit, gracias al incremento de exportaciones de crudo y la menor necesidad de importaciones. En 2025, las ventas externas de petróleo continuaron en expansión, con envíos crecientes a Chile y mercados internacionales, consolidando al sector como una de las principales fuentes de dólares genuinos de la economía.
Este cambio de tendencia reforzó el rol estratégico del petróleo dentro del esquema macroeconómico argentino, en un contexto marcado por restricciones externas, escasez de reservas y necesidad de divisas para sostener el crecimiento.
Paralelamente el fuerte crecimiento de la producción puso en evidencia los límites de la infraestructura existente. Durante los últimos dos años se avanzó en la ampliación de oleoductos clave, como Oldelval, y en proyectos orientados a aumentar la capacidad de transporte hacia los puertos de exportación y hacia Chile. Sin embargo, el ritmo de expansión de la infraestructura sigue siendo un factor crítico para sostener el crecimiento y evitar cuellos de botella que frenen la producción.
Desafíos pendientes
Pese al escenario positivo, el sector enfrenta desafíos estructurales. La dependencia casi total del shale oil plantea interrogantes sobre la diversificación productiva, mientras que el declino de los campos convencionales continúa impactando en empleo y economías regionales. A esto se suma la necesidad de reglas de juego estables, previsibilidad regulatoria y un marco macroeconómico que garantice competitividad frente a otros desarrollos no convencionales del mundo.
La volatilidad de los precios internacionales del crudo también aparece como un factor de riesgo, especialmente para proyectos que requieren inversiones intensivas y horizontes de recuperación de largo plazo.
De mantenerse el actual ritmo de inversiones y completarse los proyectos de infraestructura en curso, Argentina podría acercarse al millón de barriles diarios antes del final de la década. En ese escenario, el petróleo y el gas se consolidarían como el principal complejo exportador del país, con un impacto significativo sobre la balanza comercial y la estabilidad macroeconómica.
El desafío será transformar este boom productivo en una estrategia de desarrollo sostenible, que combine crecimiento, agregado de valor, empleo y una gestión eficiente de los recursos energéticos.
Redacción Tecno Energía.
