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martes, julio 22, 2025

Mendoza y el cobre: ¿una pieza menor o un jugador estratégico en el nuevo orden global?

En medio de la acelerada transformación energética y las tensiones geopolíticas crecientes, el cobre ha dejado de ser solo un commodity industrial para convertirse en un recurso clave de seguridad nacional. Y en ese tablero, Mendoza podría tener una carta fuerte para jugar.

Con proyectos como PSJ Cobre Mendocino en evaluación avanzada y otros en carpeta como Paramillos Sur, la provincia no solo discute su modelo productivo, sino también su rol en el nuevo mapa de poder global que se está reconfigurando alrededor de los minerales críticos.

En julio de 2025, el precio internacional del cobre alcanzó un récord de US$ 12.200 por tonelada, impulsado por una demanda global que no afloja. La electrificación del transporte, las redes inteligentes, la transición energética y el rearme tecnológico de potencias como Estados Unidos y China han puesto al cobre en el centro de la escena.

Una muestra clara: el gobierno de Donald Trump impuso un arancel del 50% a las importaciones de cobre refinado, con una justificación inusual: razones de seguridad nacional. La medida, que entrará en vigor el 1° de agosto, responde al déficit estructural de cobre en EE.UU., que consume casi el doble de lo que produce y depende fuertemente de importaciones de Chile, Canadá y México.

Para Estados Unidos, el cobre no es solo un insumo para la transición energética, sino para su complejo militar-industrial: desde armas hipersónicas hasta centros de datos y radares. Y con solo dos fundiciones activas, no hay capacidad local para revertir esa dependencia a corto plazo.

Al otro extremo del tablero, India —que ya importa más del 90% del cobre que consume y prevé una dependencia del 97% hacia 2047— busca asegurarse proveedores confiables en América Latina. El país asiático negocia acuerdos con Chile y Perú, en un intento de diversificar su abastecimiento y reducir su vulnerabilidad frente a China.

Mendoza, una ficha que puede cambiar de valor

En este contexto, Argentina —y en particular Mendoza— puede convertirse en un socio estratégico en lugar de un mero receptor de inversiones. Proyectos como PSJ Cobre Mendocino, con una producción esperada de 40.000 toneladas anuales, podrían marcar un punto de inflexión. Esa cifra equivale al rendimiento promedio de una mina estadounidense y representa casi el 5% de toda la producción nacional de cobre refinado de EE.UU. en 2024.

Es decir, lo que hoy parece un proyecto “mediano” en términos regionales, adquiere una dimensión estratégica si se mira desde el norte global.

El desarrollo cuprífero en Mendoza no se limita a una cuestión técnica o de inversiones. Es, fundamentalmente, una decisión política. Requiere voluntad de los gobiernos locales y nacionales para generar consensos, diseñar marcos normativos claros y enviar señales serias al mercado global.

Chile ofrece un espejo claro: con un gobierno de izquierda que promueve con pragmatismo su liderazgo cuprífero, mejora la producción y explora nuevos mercados. En Mendoza, sin embargo, persisten resistencias legislativas que siguen ancladas en un debate anticuado sobre la minería, y que podrían dejar pasar una oportunidad clave para el desarrollo.

La oportunidad es real, pero no eterna. En un mundo que compite ferozmente por minerales críticos, no avanzar es quedarse afuera. Cada proyecto paralizado es una oportunidad perdida de generar empleo, divisas y posicionamiento estratégico.

Además, desarrollar el cobre mendocino con reglas claras y sustentabilidad ambiental no solo diversifica la matriz productiva. También abre la puerta a alianzas geopolíticas de largo plazo, acceso a nuevos mercados y una inserción internacional basada en recursos estratégicos.

Fuente: mdzol

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