El economista Pablo Besmedrisnik ofreció un diagnóstico profundo sobre los desafíos estructurales y las oportunidades de transformación que enfrenta la economía argentina. Fue durante un evento realizado en el Hotel Dazzler ante empresarios y referentes del sector privado, organizado por Carlos Zonza Nigro y Alejandro Castro, con apoyo de Fundación Empresaria de la Patagonia (FEPA). Acompañado por Slomit Milchker, de la consultora VDC, Besmedrisnik apuntó a los motores clave que podrían revertir el estancamiento económico del país: la energía, las divisas genuinas y la competitividad sistémica.
“Estamos atrapados en un ciclo. Salimos de la crisis, crecemos un poco, importamos, consumimos… y cuando se acaban los dólares, todo vuelve a colapsar”, resumió el economista, quien advirtió que la escasez de divisas genuinas sigue siendo la principal vulnerabilidad macroeconómica.
Energía y minería: el potencial que puede cambiar el juego
En su exposición, Besmedrisnik destacó el rol emergente de la energía y la minería como fuentes estratégicas de divisas. “Si se alinean las condiciones, el sector energético podría aportar USD 30.000 millones anuales hacia 2030. Eso sería un cambio dramático y positivo”, sostuvo.
También puso el foco en la minería, que en 2024 generó USD 6.000 millones en exportaciones, sin una demanda interna significativa, y con potencial de duplicar ese ingreso en pocos años. “Son dólares frescos que podrían complementar el aporte histórico del agro y aliviar la restricción externa”, explicó.
Otro de los ejes abordados fue la distorsión de precios en la economía argentina. Besmedrisnik ejemplificó con cifras impactantes: una Big Mac cuesta 6% más en Buenos Aires que en Miami, mientras que unas Nike Air Max valen 85% más. “En Argentina, con una Air Max se compran 22 Big Macs; en Estados Unidos, solo 12. Eso muestra que los precios no responden a una lógica económica”.
Según el economista, estas distorsiones —producto de aranceles, brechas cambiarias y desconfianza sistémica— impiden que la competencia y la eficiencia funcionen. “Tenemos precios que no reflejan costos ni productividad. Eso desalienta la inversión productiva y hace que el país opere a ciegas”, advirtió.
Lejos de enfocarse exclusivamente en el tipo de cambio, el economista instó a pensar en competitividad sistémica. Argentina ocupa el puesto 66 entre 67 países evaluados en factores como educación, infraestructura, eficiencia del Estado y apertura comercial. “Podemos tener el mejor tipo de cambio del mundo, pero si no tenemos instituciones sólidas, capital humano y tecnología, no vamos a poder competir con nadie”, sentenció.
Reconoció algunos avances en desburocratización y disciplina fiscal, pero remarcó que la velocidad del cambio es muy inferior a lo que exige el contexto. “La ventana de oportunidad está abierta, pero no va a durar para siempre. Si seguimos demorando los cambios estructurales, nos vamos a quedar otra vez en la puerta del desarrollo”, concluyó.
Fuente: lu17 Redacción TE.