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miércoles, septiembre 10, 2025

Neurotecnología e IA: la privacidad mental en la cuerda floja

En un mundo donde los avances tecnológicos desafían cada vez más los límites de lo humano, la privacidad mental —el último reducto de libertad interior— comienza a verse amenazada por el desarrollo simultáneo de la inteligencia artificial y las neurotecnologías. Esta convergencia plantea una pregunta central: ¿puede la mente seguir siendo un espacio íntimo en la era digital?

Ya no se trata solo de proteger datos personales o la identidad digital. Las neurotecnologías permiten leer, interpretar e incluso modificar patrones de actividad cerebral, mientras que la inteligencia artificial los analiza, clasifica y proyecta, abriendo la posibilidad de influir en pensamientos, emociones o decisiones sin consentimiento explícito. Estos avances ponen en jaque el principio de autodeterminación mental, una dimensión aún poco protegida por los marcos legales vigentes.

La lectura no consentida de señales neuronales, el uso de algoritmos para anticipar estados emocionales y la utilización de datos cerebrales por parte de empresas tecnológicas marcan un nuevo tipo de vulnerabilidad: la vulnerabilidad cognitiva. Desde auriculares para videojuegos que captan ondas cerebrales, hasta sistemas de IA capaces de detectar patrones depresivos antes de que la persona sea consciente de ellos, los ejemplos abundan y se multiplican.

La comunidad científica ya dio la alerta. El neurocientífico Rafael Yuste —impulsor del Proyecto BRAIN en EE.UU. y referente mundial en neuroderechos— advierte que “los pensamientos pueden ser hackeados si no regulamos pronto”. Este tipo de advertencias ya no son parte de un futuro distópico, sino de una realidad concreta que requiere respuestas políticas, jurídicas y sociales urgentes.

En países como Chile o España, ya comenzaron a discutirse o aprobarse leyes que abordan estos nuevos derechos. En Argentina, algunos sectores del Congreso trabajan en iniciativas para legislar sobre neurodatos, libertad cognitiva e integridad mental. Pero la velocidad del cambio tecnológico supera ampliamente a la capacidad regulatoria de los Estados, ampliando las brechas entre quienes desarrollan estas tecnologías y quienes deberían proteger a la ciudadanía de sus posibles abusos.

Es imperativo abrir el debate público y multidisciplinario. Proteger la privacidad mental no es solo una cuestión ética o técnica: es una necesidad democrática. En un tiempo donde la manipulación de datos neuronales puede condicionar comportamientos, ideologías o preferencias de consumo, defender el fuero interno del pensamiento es defender también la libertad, la dignidad y los derechos fundamentales de las personas.

Fuentes: La Capital: “Neuroderechos: la batalla por la protección de la mente en la era de la inteligencia artificial”, 22/07/2025. Fundación NeuroRights, Universidad de Columbia. Proyecto BRAIN, Estados Unidos. TecnoEnergía.

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